PRIMERA PARTE: EL MATRIMONIO

 CAPITULO 1 EL MATRIMONIO
: LA RELACIÓN PRIMORDIAL Cuando Dios comenzó el mundo, él puso en su ambiente todo lo necesario para una vida fructífera y placentera. Todo fue hecho así para que el hombre habitase en plena comunión con el Creador y con su creación. El hombre fue la máxima expresión de la creación hecha por Dios. La unión conyugal del hombre y la mujer fue la primera y, por consiguiente, la primordial institución de la creación de Dios. El hogar es antes del estado, la economía (o el trabajo) o aun la iglesia. Por eso, el hogar sirve y ha servido a través de los siglos como el fundamento de la sociedad. La sociedad depende por su carácter, en gran parte, de la expresión y la forma de las familias que la componen. Es por esta razón que es muy importante que la familia refleje el diseño y el deseo que Dios tenía cuando la comenzó. Este estudio es un intento de investigar lo que la Biblia, sus expositores y comentaristas dicen sobre el particular. Puesto que la problemática familiar es una expresión de cada cultura, tenemos que estar prestos para hacer que la luz escritural alumbre cada circunstancia cotidiana en nuestro ambiente, especialmente en el del mundo hispano. Sin embargo, la cultura latina no es la cuestión primordial, sino la naturaleza y propósito que Dios ha dado al matrimonio primeramente y, por lo tanto, a la familia. La tarea nuestra es establecer con claridad los principios bíblicos que gobiernan el ideal divino para el matrimonio y la familia, y después examinar la expresión cultural a la luz de estos mismos principios. LA NATURALEZA DEL MATRIMONIO Las bases escriturales del matrimonio se encuentran en Génesis 1 y 2. <010127>Génesis 1:27, 28 recalcan que Dios, por su papel de creador, inició el primer hogar en el mundo, formando la primera pareja en una unión fructífera y responsable (fíjese en las palabras: “fructificad”, “multiplicaos”, “señoread” y “sojuzgad”). Debemos recordar que la naturaleza del matrimonio comienza con el hecho de la creación de Dios. De ahí que el primer elemento de la naturaleza del matrimonio es: ser una institución divinamente ordenada. Hemos dicho ya que el hogar es la primera institución de la creación y es cierto. Sin embargo, es menester interpretar esta institución, antes que todo, no en términos fríos y estáticos como por medio de estadísticas, sino verla desde el punto de vista de la relación humana que la vivifica. El punto de vista bíblico la mira como la unión de dos personas creadas por Dios como distintas y a la vez hechas la una para la otra. Esta naturaleza divina que Dios formó y bendijo como la unión conyugal es una realidad para todos. El segundo elemento de la naturaleza del matrimonio sigue esta misma idea, porque es una unión natural. Dios hizo a todo hombre y a toda mujer dándoles ciertos impulsosnaturales, y uno de los más fuertes es el sexual. El matrimonio brinda la forma más natural para dar expresión adecuada y sensata a este impulso. Por lo tanto, encontramos en <010224>Génesis 2:24 que los dos se unirán y “serán una sola carne”. Esto se explorará más adelante, pero debemos entender en este contexto que el matrimonio es la expresión natural que Dios ha provisto para que una pareja se una en una relación física y placentera. Además, “una sola carne” desde el punto de vista hebreo se entiende en términos de toda la personalidad y no solamente lo físico. En otras palabras, es una descripción de la relación matrimonial entre dos personas, aun con sus personalidades variantes. Es por medio de esta relación conyugal que el hombre y la mujer pueden cumplir algo de su naturaleza. Sin el trato sexual, algo queda incompleto en la personalidad de ambos. Por lo tanto, se requiere un don especial, de “continencia”, para poder tener una vida fructífera, sin el goce de la unión conyugal (<460707>1 Corintios 7:7-9). Además, un tercer elemento será que el matrimonio es una unión exclusiva. La frase “una sola carne” subraya la particularidad de la naturaleza humana. No somos hechos para diferentes uniones a la vez (poligamia), sino para una sola unión (monogamia). Aquellos que tratan de mantener más de una relación conyugal se frustran a sí mismos y frustran el propósito de Dios porque están dividiéndose en partes, dándose a otras personas que no son su cónyuge. Es tan completa la tarea de poder satisfacer a un solo marido o a una sola esposa, que es imposible abarcar más y mantener la sanidad emocional. La actuación de la infidelidad de uno de los cónyuges es también causa de una desintegración de su relación matrimonial y, por consiguiente, de debilitar la composición de la sociedad. (<460601>1 Corintios 6:16; <540506>1 Timoteo 5:6.) Otro ángulo de este exclusivismo es el de dejar a los padres para unirse como pareja. Es imprescindible que la nueva pareja tenga su propio techo y lecho para disfrutar la libertad y la responsabilidad de la vida matrimonial. Además, es un mandato de Dios que lo hagan. (Véase otra vez <010224>Génesis 2:24.) Las implicaciones de este principio seran exploradas bajo el estudio de los ajustes dentro del matrimonio. El cuarto elemento de la naturaleza matrimonial está implícito en la idea de ser “una sola carne” en una unión permanente. Si hay un punto de flaqueza moral en nuestros conceptos actuales sobre el matrimonio es en este asunto de la permanencia de los votos matrimoniales. La razón de esta debilidad moral en el mundo hoy es: que las parejas van corriendo ciegamente al casamiento sin una consideración detallada, aun sin conocerse realmente el uno al otro como personas. Algunas veces son sinceras, y creen que están profundamente enamoradas. Otros dirán, y muy en serio: “realmente no sabemos cuán duradera pueda ser nuestra unión, pero casémonos de todos modos y veamos cómo resulta. Si no concordamos, siempre tenemos la oportunidad de divorciarnos.”F1 Aún peor es la cantidad cada vez mayor de personas que no se casan formalmente, sino que se unen en una convivencia de concubinato para no correr ni el riesgo del compromiso ni con el gasto de una ceremonia. Esto deja que la pareja se separe sin ninguna intervención de la ley civil, sufriendo de esta manera las heridas emocionales y morales. ¿Y qué de los niños, víctimas inocentes de ambos tipos de uniones inestables? ¿Es esto lo que Dios quería cuando instituyó el matrimonio? Claro que no. Dios quiere que el matrimonio sea una decisión que se haga con cuidado y con una debida preparación que incluya la búsqueda de la voluntad de este mismo Dios al respecto. Aquí es donde tenemos que poner más peso como cristianos, en ayudar a nuestros jóvenes a saber cómo seleccionar con cuidado a su compañero de vida y cómo entregarse el uno al otro para que la unión tenga mayor posibilidad de permanecer íntegra aun en medio de las tormentas morales de la actualidad. Hay que reconocer, en quinto lugar, que el matrimonio, en su sentido original e ideal, es una unión espiritual. El elemento básico de todo matrimonio bueno es el amor. Este principio, lo físico es absorbente, pero con el tiempo toma otra cara, no de menos importancia sino de una perspectiva más amplia. Llega a ser visto dentro de las múltiples facetas de la relación y no como una cosa aislada. En realidad, si hay madurez en el trato de la pareja, hay consideración y respeto mutuo que hacen que la expresión sexual sea aún más tierna e íntima. La verdad es que lo físico a veces no satisface por sí solo si no coincide con lo espiritual. Dios, por medio de Cristo, ha destinado que en él todas las cosas subsistan. (<510117>Colosenses 1:17.) El amor, aun siendo tan fuerte como para consolidar el matrimonio, puede fallecer si no recibe constantemente una renovación por medio de él que nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros. <490525>Efesios 5:25-29.) LOS PROPÓSITOS DEL MATRIMONIO Estos cinco elementos de la naturaleza del matrimonio se están complementando en un sexto que es una unión para cumplir los propósitos definidos. Los propósitos de la unión son tanto positivos como negativos, esto es, creativos y preventivos.f2 El primer propósito creativo que el matrimonio tiene es el del compañerismo. Dios otorgó al hombre “una ayuda idónea” en el huerto del Edén. Esta expresión tiene que significar que Dios le dio al hombre una compañera para trabajar a su lado y ser el complemento de su vida. Esta comunión íntima es primordial en la relación conyugal, más importante aun que la procreación y las otras funciones del matrimonio. Si traer niños al mundo fuera de primera importancia, ¿cuál sería la razón de seguir siendo casados cuando los hijos son mayores y no siguen compartiendo el techo con los padres? La necesidad humana más grande es ser amado y apreciado. Esta sigue siendo una realidad aun cuando seamos viejos. (Referente al compañerismo en el matrimonio véanse <470601>2 Corintios 6:14; <600301>1 Pedro 3:1-12; <010218>Génesis 2:18-24.) El segundo propósito creativo del matrimonio es la procreación. En realidad “una sola carne” significa no solamente que la unión sea establecida para ser “procreativa” sino también “unitiva”.f3 Esto será explorado más en el quinto capítulo, pero aquí es menester señalar que el traer niños al mundo es una parte esencial del plan de Dios para la pareja. Lo más natural para una pareja que no puede tener niños es querer adoptarlos. La razón de esta tendencia humana es el feliz cumplimiento de la naturaleza del matrimonio desde la creación: el llegar a ser padres. Es de mucha importancia que “los hijos nazcan bajo las mejores condiciones posibles, y que tengan el cuidado amoroso de un padre y una madre quienes trabajan juntos y, aun con sacrificio, para su mayor bienestar”.f4 Es en este sentido de juntos crear una nueva vida, que el hombre y la mujer continúan colaborando con el Creador en la creación. Mace enfatiza que la palabra procreación significa “crear para y en beneficio de” otro, y este otro es el mismo Dios.f5 (Véase <19C703>Salmo 127:3.) Yendo más al grano de la naturaleza del matrimonio, especialmente desde el punto de vista cristiano, un tercer propósito creativo es la edificación mutua de la pareja, sus niños, familiares y aun de la sociedad misma. Hay una cierta inspiración que llega a la pareja y a los que comparten su vida, cuando hay una buena y sana comunicación dentro de la relación conyugal. (<600301>1 Pedro 3:1, 7; <490529>Efesios 5:29-32.) La edificación está expresada claramente en <600304>1 Pedro 3:4, 7 donde la mujer es exhortada a ser “afable y apacible”, mientras que el hombre es estimulado a dar “honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coheredera de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo”. Otra faceta de este propósito edificante es la de que dentro del hogar los niños reciban sus primeras instrucciones morales. Siempre la influencia de los padres deja huellas indelebles en las vidas de sus hijos. Es de suma importancia la perspectiva de los padres hacia esta responsabilidad para que logren criarles en “disciplina y amonestación del Señor”. (<490604>Efesios 6:4b). Los padres cristianos demuestran por su sabio gobierno en el hogar su capacidad de dirigir una familia más grande —la iglesia. (<540304>1 Timoteo 3:4, 5). Esta edificación también abarca la relación de la familia con el reino de Dios; es decir, Dios también quiere ser el Señor del hogar. Donde él es rey, hay paz y bendiciones incontables. Es ideal que la salvación llegue a todos los miembros de la familia. (<441631>Hechos 16:31). Además, por su comportamiento y palabra los que son cristianos tienen la potencia de influir (santificar) en los demás. (Corintios 7:14-16). Un cuarto propósito de la edificación creativa dentro de la familia es su importancia en el plan de Dios para la propagación de la fe. ¡Cuántas veces encontramos a Pablo hablando de la iglesia en la casa de algún creyente! (Ejemplos: <451605>Romanos 16:5; <461601>1 Corintios 16:19; <440542>Hechos 5:42.) La familia cristiana puede tener una influencia para bien en sus propios hijos, y esto debe conducirles a la salvación y a la vida cristiana. (<550314>2 Timoteo 3:14, 15) Hay un sentido genuino en que si Dios es nuestro padre celestial y si nos convertimos en parte de la familia de Dios, algo del cielo existirá aquí en la tierra. Por eso decimos que la familia tiene el propósito de edificar a la sociedad y al mundo por su ejemplo y conducta, esperando así poder alcanzar a otros para que ellos también pertenezcan a la gran familia cristiana. Existen al menos dos propósitos preventivos que deben ser considerados. El primero de ellos es que el matrimonio provee el vehículo natural para el control de las pasiones. Por muchos siglos los impulsos sexuales han sido considerados por los cristianos como algo inferior en el hombre y que deben ser suprimidos. Sin duda alguna la pasión descontrolada es algo que corrompe y destruye la moral y el carácter. Pablo recalcó que el celibato es un don especial sólo para aquellos que puedan controlar sus impulsos sexuales. Aquellos que no pueden hacerlo deben casarse para no caer en tentación. (<460701>1 Corintios 7:1-6, 37) Quizá todo esto no parezca un motivo muy elevado para casarse. Sin embargo, Pablo reconoce que el sexo tiene una función particular dentro del matrimonio y llega a ser una expresión especial del amor en la pareja, quienes se han entregado a sí mismos en casamiento. Ernest White dice que el matrimonio sirve para evitar que los deseos se conviertan en concupiscencia.f6 El matrimonio es la forma divinamente diseñada para la más legítima y satisfactoria expresión de los deseos sexuales. El segundo propósito preventivo es el de prevenir la disolución de la sociedad. Es por implicación del estudio bíblico en vez de escrituras específicas que llegamos a esta interpretación. El concepto de la familia, para los hebreos, se halla en la palabra mishpajah, que significa la unidad familiar y el factor esencial de la comunidad.f7 Mientras que esta unidad se guardaba en Israel, los escritores bíblicos presumían que la estabilidad de su sociedad estaba garantizada. Es interesante notar que la idolatría, el adulterio y la fornicación estaban ligados en la ley mosaica y que eran considerados entre los pecados más graves. (Véase <032001>Levítico 20:1-8, especialmente vv. 5 y 6.) Jehová declaró que rechazaría a Israel si se practicaban en ella el adulterio y otras aberraciones sexuales como en las demás naciones. (<032022>Levítico 20:22, 23; nótese que esta declaración sigue a la condenación de toda clase de abominación sexual. <031010>Levítico 10:10-21.) Tales prácticas inmorales amenazaban la sociedad que Dios había formado y eran de gran ofensa a él. El matrimonio no solamente mantiene la sociedad unida y funcionando vitalmente, sino también cumple con el propósito que Dios tenía al instituir y consagrar la familia. Aún más, debemos preocuparnos con la diferencia que Cristo hace en el hogar. EL HOGAR CRISTIANO Es posible decir que toda familia en el mundo está constituida de tal forma que pueda gozar de la naturaleza y de la mayor parte de los propósitos del matrimonio sin mucha referencia a Dios. Es cierto, porque la familia es una realidad universal. Pero esto no ha de promover un punto de vista secular en cuanto al matrimonio, sino el que reconoce que la naturaleza de la familia viene desde la creación. Entonces, si todo el mundo puede gozarse de los privilegios del sexo y tener una familia naturalmente feliz, ¿qué diferencia hace que el hogar sea cristiano? La respuesta es: que hace toda la diferencia en el mundo. El hogar cristiano es un elemento redentor en la sociedad porque es el lugar donde Cristo debe y puede manifestar su “extra”, especialmente en la vida familiar, o sea, en sus relaciones e interrelaciones. En la relación con Cristo la pareja puede aprender cómo responder en sumisión voluntaria y agradable a su Señor. Esto les prepara para someterse el uno al otro. (<490521>Efesios 5:21.) En “conocer” a Cristo, uno comprende el gran misterio de conocer a uno que de veras le ama. Esto le capacita para expresar un amor no fingido hacia otros. Lo que uno ha recibido de Cristo como perdón, estímulos, aprecio, esperanza y gozo debe y puede ser reflejado en sus relaciones cotidianas comenzando dentro de su propia casa. (<510312>Colosenses 3:12-21.) Así hay una dimensión “extra”, de mayor profundidad y potencialidad cuando la familia está fundada en Jesucristo. Las funciones naturales de compañerismo, unidad sexual y edificación están ampliadas al máximo cuando la pareja está relacionada amorosamente con Cristo como su Señor y Salvador. En realidad, es en Cristo que el máximum del ser humano se cumple. Esto es verdad también en la experiencia familiar. De poner en práctica el cristianismo en las relaciones más íntimas del matrimonio y en el trato familiar, es de esperar que se vean los beneficios de mayor estabilidad, gozo y propósito en la vida, comprensión y capacidad para realizar los papeles que Dios diseñó para nosotros desde el principio. 

 

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